Pablo A. Proaño
Es una sensación muy extraña, pero agradable despertarse con las palabras de un Papa que no quiere vivir de la tentación de elegir la defensa de la Iglesia antes que la búsqueda de la verdad. Investigando qué motiva a Francisco a expresarse de esa manera, me he topado con las palabras de perdón tan profundas que está transmitiendo desde Canadá, primero a los pueblos indígenas nativos afectados y después a todos los cristianos. Es un mensaje que resalta por su coraje y su ejemplo.
No todos los días vemos a un Papa pedir perdón. Ni mucho menos realizando una “peregrinación penitencial” por errores cometidos por la Iglesia hace decenas de años. Francisco es un ejemplo de un líder religioso que no le molesta mostrarse humano, no le molesta sentir “dolor, indignación y vergüenza” al mirar a los errores del pasado cometidos por los suyos, sin minimizarlos, sin ponerlos en una balanza o rodearlos de excusas.
Es un Papa que viajó medio mundo para agradecer que los delegados de pueblos indígenas le contaran, desde su propia experiencia, la realidad de los internados cristianos de asimilación en Canadá. Una realidad que causaron en él dolor y un deseo de acompañarlos desde el perdón y el silencio compartido en los lugares que ahora visita, los más representativos de estos abusos.
Francisco viajó a pedir perdón por las actitudes de cooperación y las omisiones de los cristianos que trajeron la destrucción cultural, asimilación forzada, la transmisión de un sentido de inferioridad, la sustracción de identidades culturales, actitudes prejuiciosas y discriminatorias a cientos de niños indígenas a manos del gobierno y, en algunos casos, “en nombre de una educación que se suponía cristiana”.
A Francisco no le da miedo reconocer que miembros de la Iglesia cometen errores devastadores, incompatibles con el Evangelio que predican. No le da miedo reconocer que, como Sumo Pontífice, su tarea también incluye la de arrodillarse y pedir perdón a Dios por los pecados de sus hijos. También es consciente de que el perdón no soluciona las cosas, pero es un primer paso hacia la sanación. Finalmente, reconoce que los cristianos no debemos dejar de sentir vergüenza por los errores cometidos.
Como creyente que ha visto de primera mano actitudes incoherentes e irrespetuosas de parte de grupos religiosos, y como quien, en cierta medida, también ha sido parte de estas actitudes, me interpela mucho el ejemplo del Papa. Me exhorta a perdonar y a pedir perdón también, a buscar acoger y respetar la identidad de los demás, especialmente a los que, sin creer como yo, buscan colaborar por una sociedad más pacífica, verdadera y justa. Acojo el pedido de Francisco de “caminar juntos”.
Necesitamos trabajar, como dice el Papa, para que, primero la Iglesia, y luego todas las instituciones, sean lugares de acogida y bienvenida para todos. Para que no se eduque desde la imposición, la sofocación o la opresión, sino desde “la aventura de explorar”. Debemos aprender a no encasillarnos los unos a los otros en “esquemas preestablecidos” que nos impiden caminar juntos.
Ante la oleada de críticas que recibe Francisco por estas enseñanzas, vale la pena agradecerle por pedirme perdón en nombre de la Iglesia y por enseñarme a pedirlo de la manera correcta, sin minimizar el dolor del otro. Y por animarme a trabajar en este camino con todos, especialmente los que no piensan ni creen lo mismo que yo.
Publicado originalmente en la República:
https://www.larepublica.ec/blog/2022/07/28/papa-francisco-y-su-poderoso-mensaje-desde-canada/
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