Victor Manuel Valle
Uno de los capítulos más oscuros del siglo pasado es el Holocausto. Un período en el que millones de personas fueron perseguidas, discriminadas y asesinadas por el hecho de ser judíos o ser opositores. Este horroroso episodio es un recordatorio sombrío de las consecuencias devastadoras de la persecución con base a las características de un grupo humano determinado. La premisa detrás de la persecución a los judíos era completamente errónea y moralmente reprobable, ya que nadie debería ser considerado inferior o menos valioso debido a su origen.
Este episodio fue uno de los principales móviles para la emisión de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Adoptada por Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, se proclamaron los derechos fundamentales que deben ser garantizados a TODAS las personas, sin distinción alguna de sus condiciones secundarias: origen, raza, género, religión, orientación política. Siguiendo el espíritu de la declaración: el hecho de ser humano es suficiente para tener derechos fundamentales y dignidad intrínseca.
En un mundo en constante evolución, la Declaración Universal de Derechos Humanos es un recordatorio de nuestra humanidad compartida. Algunos de los principales redactores de la Declaración fueron testigos directos de los horrores de la guerra y la persecución injusta. Sus experiencias personales influyeron en la redacción de un documento que trascendiera las fronteras nacionales y sirviera como una guía ética y jurídica para las generaciones venideras.
Y, hoy más que nunca, como generación posterior a estos hechos, quizá podamos preguntarnos: ¿estamos persiguiendo, disminuyendo derechos o discriminando, a determinados seres humanos por sus condiciones particulares? Piénsese, por ejemplo, en si la edad biológica, o si las condiciones económicas y salud de una persona justifica decisiones sobre su vida y muerte. ¿Acaso no tenemos todos los mismos derechos sin condición alguna? ¿No fue ese el espíritu de tan importante Declaración?
La Declaración no es simplemente un conjunto de palabras en un papel. Es un compromiso arraigado en la experiencia humana, un testimonio de las lecciones aprendidas del pasado y una guía para construir un futuro mejor. Su mensaje perdura como un faro de esperanza, recordándonos que los actos inhumanos no deben repetirse y que todos tenemos el poder y la responsabilidad de forjar un mundo más justo y humano para las generaciones venideras. Que ninguna persona sea perseguida, discriminada o asesinada por ser distinta. Todos somos humanos.
AUTOR : ABOGADO VÍCTOR MANUEL VALLE