María de Lourdes Maldonado
En las últimas semanas, los noticieros nos han alarmado con historias que merecen ser detenidamente analizadas. Pensar sobre las consecuencias, personales y sociales, de nuestros propios actos. El caso Metástasis y muchos otros temas, tendrán, con seguridad, repercusiones no solo para los implicados, sino para la sociedad ecuatoriana en general.
Parece que nuestra vida se asemeja a un péndulo. De forma rítmica fuerzas contrarias nos impulsan a tener determinada forma de pensar o de actuar, pero lo curioso es que, al igual que con el péndulo, estas decisiones y conductas siempre regresarán de alguna manera en nuestra contra.
Aprovechando la época de Navidad, que es un tiempo de reflexión, vale la pena pensar sobre los planes o metas de nuestras propias vidas. Buscar el sentido de nuestras aspiraciones más importantes y proponernos luchar por vivir de una manera coherente con nuestros valores e ideales.
Es difícil entender, por ejemplo, que una persona que ha decidido postularse para alguna función pública, no sea responsable con el encargo y la confianza que la sociedad deposita en él, y coherente con los valores que le motivaron a trabajar para obtener esa posición. Cómo un legislador no puede darse cuenta que cada ley que aprueba con su voto le obligará a él también y a su familia. O como un juez, al dictar una sentencia, genera un precedente para sí mismo y para sus más cercanos.
Lo propio en el ámbito privado. Nuestros hijos, nuestros nietos no serán sino el reflejo de nuestras actuaciones en la vida. Cualquier mancha en nuestro nombre o reputación, así como cada uno de nuestros logros o reconocimientos personales, quedará marcada en la historia personal de cada uno de ellos. Detengámonos un momento a pensar en todos aquellos que han tenido que huir del país, dejando a sus hijos con la condena moral de sus actos.
Por eso es fundamental sopesar lo que arriesgamos con cada acto. Es importante hacer un llamado a la coherencia y la prudencia. Que nuestros actos reflejen lo que somos, pero sobre todo lo que buscamos para nosotros, nuestros seres queridos y la sociedad en general. También un llamado a ser valientes, luchando contra corriente si es necesario, con la certeza de que como el péndulo, estamos moviendo la fuerza para que regrese aquello que anhelamos. Sacrificarnos a nosotros mismos para asegurarles a los nuestros la recompensa de una vida segura, estable, pero sobre todo, forjada en base a los valores que defendemos.
Todo lo que hacemos tiene un impacto, por mínimo que parezca. Mi deseo en esta Navidad es que todos los padres puedan mirar a sus hijos a los ojos con la seguridad de estar haciendo lo correcto. Termino con una cita de un santo moderno: Que tu vida no sea una vida estéril. Sé útil. Deja poso. Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio.