OPINIÓN| ¿SOMOS LIBRES?

¿Somos libres?

Todos nacemos libres, la libertad es inherente a la dignidad humana. Otra forma de decirlo es que somos libres porque somos personas. Los hechos más aberrantes de la historia de la humanidad han sido aquellos que han vulnerado la libertad de las personas y que han minimizado el concepto de dignidad, categorizando a las personas en función de su sexo, raza, religión, etc.

A una persona se le desconoce su dignidad, cuando se la objetiviza o instrumentaliza, como claramente se refleja a través de la comisión de delitos que tienen que ver con:

  • La esclavitud y la trata de personas
  • Los delitos sexuales y la pornografía
  • La migración ilegal
  • Los trabajos forzados o la explotación laboral

Es por esa razón, que el espíritu de La Declaración Universal de Derechos Humanos es reafirmar el valor de la persona humana y la igualdad de derechos de todos los hombres dentro de un “concepto más amplio de libertad”.

No obstante, en mi criterio, la actual crisis social del Ecuador y del mundo entero tiene sus raíces en una pérdida o distorsión de la libertad. Lamentablemente, la experiencia de los últimos años demuestra que hay una suerte de renuncia de nuestra libertad hacia el Estado y a la vez, un endosamiento a organismos internacionales; buscando, supuestamente una mayor garantía y protección de nuestros derechos. Al final nos ha sometido a determinadas ideologías políticas o a proclamas de grupos sociales minoritarios.

Incluso, de manera absolutamente individual, es posible afirmar tristemente que cada vez son más las personas que condicionan su actuar a los fines -aparentemente buenos- que persiguen sus actos. Así, una frase que mis padres solían repetirme de pequeña: “no porque todo el mundo lo haga es bueno y lo puedes hacer tú también”, ha resonado en mi cabeza una y otra vez, porque cada vez es más necesaria.

¿Cómo se ve esto reflejado en el día a día?
¿Somos libres?

En las aulas del colegio, niños y jóvenes regatean sus notas con cada uno de sus profesores porque es el único mecanismo para que se les valore justamente su trabajo. Los abogados se ven “obligados” a recurrir a la coima, la amistad personal, o cualquier tipo de injerencia con los actuarios judiciales para poder agilizar la tramitación de las causas que defienden. Los médicos frente a la escasez de recursos o capacitación para atender a los enfermos, no tienen otra alternativa que sugerir la muerte a sus pacientes. Los periodistas, para hacer noticia pueden llegar a tergiversar la verdad. Aunque los fines quizá sean buenos: subir de calificaciones, conseguir justicia para sus clientes, aliviar el sufrimiento o apoyar una causa personal, hay que volver a uno de los principios de la moral: el fin no justifica los medios.

¿Pero es eso correcto? ¿Están siendo verdaderamente libres o se han sometido o esclavizado a un sistema que falsea la verdad?

Mientras sigamos viviendo en la cultura del “fin justifica los medios” seremos cómplices de un sistema que favorece a los más poderosos y silencia a los débiles; seremos esclavos de una sociedad simplemente injusta. Hemos condicionado o relativizado nuestra libertad personal. No hay mejor aliado de la libertad que la verdad, ni mejor aliado de la esclavitud que la mentira, al punto de que llegamos a convencernos de la bondad de nuestros actos.

Citando a algunos como Russell, Einstein, Mandela, Ghandi, Martin Luther King y tantos otros, pensemos:

¿Ha valido la pena su esfuerzo -e incluso su vida- viendo el uso que le hemos dado a nuestra libertad?

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María de Lourdes Maldonado

Directora de Dignidad y derecho