María de Lourdes Maldonado
En estos días ha circulado en redes una entrevista a Elsa Pataky, ex actriz famosa, en la que responde al cuestionamiento de algunas periodistas españolas por su “absurda” decisión de renunciar a su profesión para dedicarse al cuidado de sus hijos. Su respuesta es sencilla: es una decisión personal.
Deberíamos dejar de criticar la decisión de ser profesional, de ser madre o hacer ambas cosas. Ejercer una profesión y la maternidad a la vez, demanda esfuerzo y sacrificio como cualquier actividad que requiere de mayores esfuerzos físicos y mentales para conseguir los logros a los que se aspiran, como hacen, por ejemplo,los deportistas de élite.
Lo llamativo es que, en casos como éste, sí se cuestione el lema “pro choice” que defiende a capa y espada la decisión personal para conseguir otros objetivos, como la legalización del aborto. Ecuador tampoco se libra de esto, de hecho hay una nueva corriente que busca lograr la despenalización total del aborto en el Ecuador atacando directamente la maternidad.
La nueva demanda presentada a la Corte Constitucional, recoge afirmaciones como esta: “la maternidad, incluso si esta es deseada, ha sido relacionada con las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres, brecha que afecta a las mujeres”. Da a entender que la maternidad acentúa la diferencia de las mujeres respecto de los hombres, las perjudica.
Yo me opongo, y les invito a hacerlo también, a esta visión de la maternidad como una tortura o un instrumento de desigualdad de la mujer. El embarazo no es una carga, ni nos hace débiles o inferiores a nadie, al contrario. El embarazo no hace daño a la mujer, aunque la situación de portar una nueva vida requiera una especial atención, protección y cuidado.
Cuando hablamos de la brecha laboral, por ejemplo, el problema no está en el embarazo, sino en las actuaciones de los empleadores -alguno de ellos incluso mujeres- que les reconocen menores sueldos a las mujeres embarazadas o a quienes son madres, está en quienes las despiden o las someten a graves injusticias por su condición.
Aún en el caso del embarazo no planificado o no deseado, incluso en situaciones de violencia, el problema no es el embarazo en sí, sino la impunidad del agresor o la falta de atención a aquellas circunstancias a la que se expone a las niñas, adolescentes y mujeres que viven en situaciones de riesgo, como la pobreza, el consumo de alcohol, entre otros.
Esto puede ser comprobado mediante la nota de un diario nacional que indica que, en 2023, se dio un alarmante incremento del número de víctimas de violencia sexual. Vale señalar, que esto sucede después de la expedición de la ley que regula el aborto en caso de violación. Esto sugiere que la despenalización del aborto en casos de violación no contribuyó para frenar la violencia. Se atacó la maternidad, pero lo único que se ha conseguido hasta ahora es una mayor revictimización de la mujer, dado que no se obliga a denunciar la violación, garantizando la impunidad del agresor y exponiéndola a más violencia. Vemos niñas y adolescentes forzadas a abortar por sus propios agresores, para desaparecer la evidencia del delito, con lo cual, la violencia queda impune.
En estos embarazos se requiere, eso sí, una mayor protección tanto a la vida de los bebés como a la de sus madres. Dotar a la mujer de garantías para que pueda llevar a término su embarazo en condiciones seguras y hacerse cargo de sus hijos con los recursos económicos y sociales que sean necesarios para salir adelante, sobre todo generando espacios de trabajo que les permita a estas madres trabajar y, más que nada, salir del círculo de violencia.
Debemos oponernos a un sistema que está fundado en la mentira y el engaño; que en lugar de valorar y proteger la maternidad, la presenta como algo negativo que daña a la mujer y le priva de una serie de oportunidades para crecer y desarrollarse. Debemos convencernos de que no hay mayor regalo para la mujer que la posibilidad de ser madre.
Debemos convencer a las futuras generaciones de la capacidad de la mujer para hacer todo lo que se proponga, pues somos fuertes y por eso se ha depositado en nosotras la confianza para ser generadoras de vida, a la vez que se nos ha dotado de las capacidades necesarias para desempeñarnos en un sin número de ocupaciones o profesiones al igual que los hombres.
Debemos rendirles un homenaje especial a esas madres en condiciones vulnerables, generando propuestas reales y eficaces que les permita a todas asumir este rol en libertad, y con las garantías necesarias para desarrollarse como mujeres y cuidar de sus hijos. No podemos dejar que renuncien a ser madres, porque nadie se ocupa de ellas.