OPINIÓN| LA HERMOSURA DE LA FEMINIDAD

Los hombres y las mujeres no son iguales

Históricamente la mujer ha sido relegada en muchos ámbitos, pero la discusión sobre sus verdaderas necesidades ha sido tergiversada por una promoción de una ideología de género que lejos de trabajar desde una perspectiva femenina, parece desconocer la naturaleza y esencia de la mujer.

 

Es evidente que lo que se reclama es una igualdad de derechos y oportunidades, pero entendiendo que por naturaleza hombres y mujeres somos diferentes tanto biológica como psicológicamente.  Lo importante es hacer alusión a la identidad femenina, para desde ese punto de partida identificar cuáles son las verdaderas necesidades de la mujer. Mirar el mundo con ojos de mujer, como se propuso en Pekín, en 1995.

 

Hombre y mujer son iguales en Derechos, comparten el principio de dignidad humana, pero no lo son en absoluto desde una perspectiva biológica ni psicológica. Razonamos de manera diferente, nuestros cerebros gestionan la información de manera diferente y también manejamos las emociones de forma distinta. Si esto no se entiende, el conflicto y el enfrentamiento están asegurados” (Nuria Chinchilla).

 

La feminidad no es sinónimo de debilidad. La feminidad no es un obstáculo para alcanzar metas profesionales, sino una fuerza que aporta humanidad a la vida y vida a la humanidad. Las mujeres han demostrado una y otra vez que pueden ser líderes en sus campos de acción sin renunciar a su esencia femenina, priorizando siempre el rostro de la persona.

 

Cada mujer es capaz de hacer todo igual que los hombres, solo que de una manera diferente, acorde a su propia naturaleza. Tan lógico como comprender que los hombres pueden hacer actividades en el hogar y eso no disminuye, en nada, su masculinidad.

 

En definitiva, hombres y mujeres somos iguales en derechos, somos iguales como seres humanos, pero diferentes en nuestra forma de pensar, de actuar, y de entender y afrontar nuestras propias necesidades. La clave está en que hombre y mujer somos corresponsables de los proyectos que nos unen, llámense familia, empresa, formación de políticas públicas, etc. y para eso, el éxito está en que cada uno pueda potenciar al máximo sus propias capacidades. 

 

Así por ejemplo, el ideal de familia debe estar conformado por una cabeza de familia masculina y femenina. Hablamos de sinergia, no de lucha de poder. Esto no quiere decir que no existan situaciones particulares en las que a una sola mujer (o un hombre) ha tenido que ser cabeza de hogar y asumir ciertos roles que históricamente han sido compartidos con el sexo opuesto. No obstante, si bien estas circunstancias particulares merecen especial atención y ayuda, el ideal sigue siendo la presencia del hombre como de la mujer para sacar adelante el proyecto común: familia.

 

Lo propio se puede y se debe aplicar, por ejemplo, a la empresa. Debemos romper con las barreras que dificultan el crecimiento de la mujer en el mundo laboral. Generar los espacios para que tenga acceso a las mismas oportunidades que los hombres, en las especiales circunstancias en que requieren un trato desigual. Se necesita  para esto, del diseño de políticas empresariales que creen una efectiva paridad con el hombre, cimentada en realidades diferentes.  Introducir conceptos tales como la flexibilidad laboral y políticas de conciliación familia-empresa que permitan a la mujer vivir una vida familiar plena con su crecimiento laboral. 


Si comprendemos que el 20% de las mujeres quiere dedicarse exclusivamente a la maternidad, un 20% que tiene puesta su atención en su carrera profesional, pero un 60% que concibe tanto a su vida personal como laboral parte de su desarrollo personal, la sociedad tiene el deber de generar las condiciones para que las mujeres puedan afrontar estas necesidades.

 

Concluyo citando a Juan Antonio Pérez López: “si el siglo 21 funciona, será porque la mujer tendrá una participación cada vez mayor en la organización de la sociedad, que está en un estado deplorable, mal pensada y cargando con las consecuencias de un racionalismo decadente y absurdo. Pero esta misión  será solo aceptada por las mujeres si no lleva a su deshumanización, si no pierde su feminidad, porque la mujer es el núcleo de la familia, y ésta, la base de la sociedad”.

 

Debemos ser conscientes de que las  mujeres y las niñas representan un poco más de la mitad de la población mundial: la mitad de su potencial. Que en este día de la mujer, valoremos la feminidad, como aquella condición que hace a cada mujer única e irrepetible y la distingue del hombre, pero principalmente, le complementa en la misión que ambos sexos están llamados a cumplir en la sociedad.

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María de Lourdes Maldonado

Directora de Dignidad y derecho