Según George Weigel, “libertad para a excelencia” es una libertad que no es su propia razón de ser, sino que existe “para algo”—un Fin. Este Fin está determinado por la naturaleza humana. Con las virtudes se puede ampliar la libertad, para que sea capaz de un fin mayor. Cuando se usa la libertad para esta excelencia, se colman los anhelos e ideales más altos de la misma naturaleza del hombre. En cambio, cuando la libertad no tiene un fin, degenera en voluntarismo. Esta libertad es solo la facultad de autodeterminación, de hacer lo que uno quiera, pero no es la verdadera libertad. La verdadera libertad es “la facultad de elegir el Bien”, si no elijo el Bien, dejo de ser libre, aunque tenga la capacidad de hacer con mi vida lo que quiera. Y como dijimos antes, el Bien humano es aquel de la dignidad, enraizado en su naturaleza como ser racional. Además, cuando dejo de tener un objetivo claro de mi libertad, debido a que esta necesita una dirección, en ausencia de un fin Bueno y Verdadero, el timonel de nuestra libertad lo ocupa el sentimentalismo, el utilitarismo, la búsqueda de placer o las ideologías, dejando al ser humano en la pobreza existencial más abyecta. Finalmente, podemos decir que cuando la libertad no está dirigida al Bien Natural del Hombre, solo hay voluntades que se imponen entre ellas, coerción, debido a que no hay una inteligencia que guíe la voluntad. En este caso el voluntarismo intenta “crear” sus propios valores, que no tienen asiento en la dignidad humana, y que por tanto no pueden ser compartidas por muchas personas, sino solamente impuestas por unos a los otros—es simplemente la ley del más fuerte.
La comprensión correcta de “libertad”, es una libertad para el Bien, no una libertad para Nada—una libertad de indiferencia, nihilista. En una sociedad plural, una falta de concepción de la libertad y por extensión, de la moralidad del actuar, lleva a abusos e imposiciones violentas de uno sobre otro y a la tiranía de las masas, como dice Malik. Esto se debe a que no se vive una libertad dentro de los límites impuestos por la naturaleza humana, que debido a que es compartida por todos nosotros, hace que la sociedad toda pueda buscar un mismo fin, caminar en un mismo sentido. Si embargo si la libertad pierde la brújula de la Verdad, entonces se convierte en facultad de autodeterminarse, aún yendo en contra de la dignidad de las otras personas. La libertad debe ser ejercida dentro de los límites establecidos por nuestra naturaleza, el Varnashrama Dharma de Gandhi. De esta manera habrá un diálogo que lleve a un verdadero pluralismo—con miras al Bien Común, ya que al tener unos límites compartidos puede haber un verdadero intercambio de ideas y de acciones respetando la Verdad sobre el ser humano, su dignidad, aún entre personas de diferentes credos o culturas. Este intercambio de personas con igual dignidad—trascendencia horizontal—y el intercambio con un Ser Superior— trascendencia vertical—solo pueden existir si es que se entiende que todos comparten un fundamento objetivamente igual, y que por tanto las personas no están gobernadas por una subjetividad pura, que destruye las posibilidades de relacionarse.