OPINIÓN| ¿Cuántas leyes más?

En la sentencia de la Mona Estrellita, la Corte Constitucional declaró que los animales son sujetos de derechos. Además, en seguimiento a lo ordenado por la Corte, se ha presentado un Proyecto de Ley para la defensa de los Animales No Humanos. El proyecto amerita un análisis jurídico, social y filosófico, pero quiero poner a su consideración un tema igual -o más importante- para nuestro país: ¿para qué están las leyes?

La Carta Magna de Inglaterra, de 1215, se analiza con detenimiento en las facultades y escuelas de Derecho del país como documento histórico. Tuvo un fin determinado: limitar el poder del rey de Inglaterra. Así, se logró un desarrollo para el cobro adecuado de impuestos, conseguir juicios justos y limitar los abusos de las autoridades.

En definitiva, uno de los objetivos que busca cualquier ley es proteger al individuo, creando un marco o una barrera para que, quienes están en el poder, no puedan hacer lo que les plazca. Además, así, los ciudadanos “marcamos la cancha” y ponemos reglas de juego claras; respetamos los derechos de cada persona de actuar libremente siempre que respete dichas reglas. Es decir: leyes sencillas y concretas, que permiten la convivencia, seguridad y la justicia.

Sin embargo, en Ecuador, los asambleístas proponen leyes y más normas a diario; leyes que la mayoría de la ciudadanía y ni siquiera los más expertos conocen, porque es materialmente imposible leer tanto papel. Salud, educación, arte, gastronomía, turismo, etcétera, son temas que continúan siendo abarrotados de leyes que buscan controlar cada aspecto y detalle de nuestro actuar. Un marco regulatorio mínimo es necesario, pero hay un trecho muy grande entre eso y delimitar al máximo el actuar de los ciudadanos.

Sobre esta excesiva regulación en nuestro país, por ejemplo, van semanas de discusión de la Ley de protección animal, que busca regular y prohibir conductas como las siguientes:

  1. Sancionar a quien asa pollos u otros animales frente al público.
  2. Bloquear a las industrias que permiten tener huevos de gallina a 20 centavos.
  3. No cocinar cangrejos si están vivos.
  4. Cerrar hipódromos, prohibir peceras residenciales y no explotar animales de carga.
  5. Terminar contratos de arrendamientos por el bienestar de la mascota, aún cuando el arrendatario ha incumplido el contrato en el que estaba prohibido introducir mascotas en el inmueble arrendado.
  6. Prohibir dejar a animales solos en el vehículo, o destinar terrazas, balcones y similares como lugares de permanencia para perros y gatos.

 

No es mi interés emitir un pronunciamiento sobre el fondo sobre el contenido del proyecto de ley o la ideología animalista, pero sí cuestionar: ¿hacen falta tantas leyes?

Si el Estado interviene excesivamente en todos los ámbitos del actuar humano, no solo daña su libertad y su capacidad de actuar por el propio conocimiento de lo que es bueno o malo, sino que está trabajando exclusivamente para ciertos grupos de interés, sin pensar en las necesidades más importantes de la sociedad.

Si queremos construir un buen país, la ley debe ser la herramienta que garantice la convivencia pacífica, la justicia y proteja nuestros derechos fundamentales. La ley no fue concebida para imponer ideologías ni controlar la vida de las personas. Todo lo demás, que se permita hacer mediante una ley tratando de controlar decisiones y actuaciones libres de los ciudadanos, será una infundada e injusta restricción de nuestra libertad.

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Victor Manuel Valle

Abogado Asociado