OPINIÓN| Eutanasia, ¿por qué y para quién?

El debate en torno a la eutanasia en Ecuador ha experimentado un aumento en intensidad, aunque lamentablemente carece de diversificación y profundización. Actualmente, se desenvuelve en un plano bidimensional, excluyendo a muchos individuos que sufren y quedan invisibles debido a voces que expresan una compasión selectiva.

Como ciudadano y abogado me corresponde dar más profundidad al debate, exigiendo que la Corte Constitucional y todos quienes participan en la discusión, dirijan su atención hacia una realidad que nos afectará a todos los ecuatorianos, con objetividad y conciencia. Pero como persona, me indigna y aterra el camino que estamos siguiendo, porque poco se habla de la gran cantidad de pacientes en fase terminal que no reciben cuidados adecuados.

Hablando del fin de la vida, no está lejos de mi mente los últimos días de mi abuela, la doctora Aida Clemencia Flores Puyol, mujer aguerrida, adelantada a su época, de las primeras promociones de odontólogas del país.

En sus últimos años, primero decayó su mente y luego su cuerpo, sucumbiendo a la terrible enfermedad de Alzheimer. Después de 9 años de heroicos cuidados, cuando ya no podía hablar, ni caminar, ni reconocía con la mirada, le faltó el aire. Por más esfuerzos realizados, ese día la vimos partir, en un amable recordatorio de que todos seguiremos el camino al más allá. Mi abuela nos dejó muchas enseñanzas, en especial esos días. Y cuando se fue, nos dejó paz, la tranquilidad de haberla cuidado y acompañado como familia, en el calor de su hogar, hasta su último suspiro, sin forzar su muerte ni alargar su padecimiento.

Mi Clemi fue afortunada. El fruto de su trabajo y el de su familia fue lo que permitió darle tantos cuidados médicos y humanos durante toda su enfermedad. Sin embargo, muy pocos tienen ese privilegio.

Lo que ocurre es que en nuestro país el derecho a la salud sigue siendo letra muerta para muchas personas. Largas filas en los hospitales, falta de equipos, falta de camas, falta de médicos y aún peor, de medicamentos.

Me pregunto si ofrecerle la eutanasia a un paciente en grave sufrimiento por la falta de recursos para cubrir los medicamentos o el tratamiento que necesita, no es la forma más indigna de terminar con su vida. Con la suya y con la de los pacientes que no pueden pagar servicios privados de salud. ¿Legalizar la eutanasia resolverá sus problemas?

Si en cualquier momento el gobierno cierra los hospitales y manda a los pacientes a morir a sus casas, miles nos uniríamos a las calles para exigir el cumplimiento de su obligación internacional y constitucional de brindar salud. Con la eutanasia, el estado convencerá al ciudadano de que mandarlo a morir a su casa es lo correcto, es su “derecho”, y así se lava las manos, especialmente de su deber de atender a personas con enfermedades catastróficas, ancianos y discapacitados, que son los que más “le cuestan” al Estado, pero precisamente los que está llamado a brindar mayores cuidados.

Ni hablar de las aseguradoras. ¿Qué opinión nos merece gastar miles de dólares en seguros de salud para que en los protocolos de atención de los prestadores de salud esté como primera opción ofrecer la eutanasia? O peor aún, que a pesar de los esfuerzos económicos realizados durante toda una vida para acceder a los mejores tratamientos, cuando ya no nos sea posible manifestar nuestra voluntad, nuestros familiares sean manipulados para elegir esa opción.

Todo esto ocurre en los países donde la eutanasia se ha legalizado. En estas sociedades se está normalizado el matar, en lugar de sanar o acompañar. Quienes representan un costo para el Estado o una carga para sus familias o cuidadores, se tienen que morir. Y así se avanza en leyes que descartan a las personas antes de otras que impulsen investigaciones científicas en curas y tratamientos, o que les aseguren provisión de salud y cuidados paliativos.

Como dije al inicio, a este debate le falta profundidad. La decisión de la eutanasia hoy está en manos de la Corte, pero concientizar la gravedad de la decisión nos compete a todos los ciudadanos. Especialmente a los medios de comunicación que hoy les falta perspectiva y ética profesional, porque les corresponde angular el tema.

También hay que pensar que mañana la decisión de la eutanasia estará en tus manos o la de tus hijos respecto de ti. Espero que no llegue ese día para darnos cuenta de que juntos forjamos la sociedad en la que queremos vivir y morir.

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Pablo A. Proaño

Coordinador General