María de Lourdes Maldonado
Hace pocos días leí un tweet sobre la Premio Nobel de Economía de 2023, Claudia Goldin y sus investigaciones sobre el mercado laboral femenino. Llamó mucho mi atención las conclusiones de quien elaboró el tweet, respecto de que, para ella, la discriminación laboral en contra de las mujeres no existe.
No obstante, ahondando en esta investigación, pude verificar que, en efecto, existen temas que merecen análisis respecto a la brecha de género en el mercado laboral. Una de las conclusiones que quiero resaltar es el efecto de la maternidad en la brecha de género.
Estudios en España revelan que, a finales de la segunda década de este siglo, las mujeres con hijos menores de 15 años tienen siete veces más probabilidades que los hombres (en iguales circunstancias) de trabajar con contratos a tiempo parcial para poder dedicarse al cuidado y crianza de sus hijos, lo que implica necesariamente una disminución de sus ingresos.
Estas mujeres tienen el doble de probabilidades de estar desempleadas en relación con los varones. A esto debe sumarse la imposibilidad de continuar sus estudios de especialización, participar en cargos directivos o empleos que tiendan exigir jornadas de trabajo extendidas, en fines de semana, o en horarios específicos que dificultan la atención a la familia. Esta situación evidencia que hay una carga real en contra de las mujeres-madres.
La diferencia salarial normalmente se presenta cuando nace el primer hijo, y generalmente las mujeres demandan trabajos más flexibles. La reducción o flexibilización de la jornada laboral normalmente se ve penalizada con la remuneración percibida por la mujer, o una renuncia o estancamiento profesional. De hecho, para Goldin y otros investigadores, las mujeres sin hijos no tienen penalización por flexibilización laboral.
Las soluciones que se han generado para atender este problema tienden a reconocer incentivos para favorecer la participación de los varones en la crianza de los hijos. La propuesta busca aliviar el peso para la mujer, creando incentivos para los varones en el cuidado de los hijos.
Evidentemente, toda política que favorezca la compatibilidad de roles es bienvenida. Tanto la paternidad como la maternidad responsables son fundamentales para el desarrollo de la persona desde la infancia. No obstante, toda política que permita un efectivo desarrollo de la mujer y favorezca la reducción de la brecha de género, debe tener un enfoque que permita a ambos sexos mejorar la conciliación trabajo-familia.
Como propone Goldin, hace falta cambiar la forma en que se organiza el trabajo y no la forma de ser de las mujeres. Diseñar políticas que reduzcan la penalización de la maternidad. De ahí la importancia de generar incentivos que faciliten a las madres ser mujeres trabajadoras y a las mujeres trabajadoras ser madres.
Gran parte de los estudios evidencian que un gran porcentaje de mujeres que trabajan a tiempo parcial desearían trabajar más tiempo. Otros estudios revelan que una mayor igualdad de género permite una asignación más eficiente del talento femenino. El propósito, entonces, es generar políticas que les permitan a las mujeres asumir sus roles a plenitud y no forzarlas a elegir entre uno u otro espacio de desarrollo personal.
¿Qué se gana atacando la maternidad? Por el contrario, hablando desde mi experiencia como madre y profesional, la maternidad potencia al máximo a la mujer. Es innegable nuestro aporte al mundo laboral, como también es claro el valor en la formación de seres humanos íntegros, a través de la maternidad responsable.
Cerrar los espacios para la madre trabajadora es simplemente injusto. Implica una verdadera discriminación, pues a diferencia de los hombres se les está obligando a elegir entre ser madres o trabajar. Basta el caso de Goldin para pensar en el gran aporte de esta mujer a través del ejercicio de su profesión. Que sea el sueño cumplido de todas ganar un premio nobel, sin renunciar a ser madre.