
Pablo A. Proaño

Quienes desarrollamos nuestras vidas alrededor del edificio del Consejo Nacional Electoral, sabemos lo tediosas que son las elecciones en Ecuador. Constantes manifestaciones, las calles cerradas con rejas y las carpas siendo armadas ruidosamente los fines de semana. Lo volvimos a vivir hace poco, pues enfrentamos nuevamente un proceso electoral polarizante y decisivo; el tercero en un lapso de cinco años.
A pesar de lo molesto que pueda ser la logística electoral para la vecindad del CNE, estoy agradecido de que todavía exista tan importante ejercicio democrático como unas elecciones. Lo menciono porque tal vez estamos dando por sentado lo que, en realidad, es una perla rara. Si la democracia fuera un animal, estaría en peligro de extinción.
Salir a la calle, reunirse con amigos, ir a un templo, usar libremente redes sociales, manifestarse libremente en las calles y escuchar noticias de diversas fuentes. Todas son acciones que ocurren sólo en contextos democráticos. En pocos países en el mundo los ciudadanos gozan de esta libertad, a pesar de que en muchos de ellos aún hay “elecciones”. Según el diario británico The Economist, sólo 24 países del mundo fueron calificados en 2023 como ‘democracias plenas’, lo que representa apenas un 8% de la población mundial.
Es por ello que no sólo debe ser gratificante recibir noticias sobre un resultado electoral pacífico y transparente. Considero que, como ciudadanos, debemos acostumbrarnos a exigir el crecimiento de valores democráticos a nuestros candidatos y autoridades. ¿Cómo? Dejando de aplaudir atropellos a la ley, no justificando los ataques a periodistas, haciendo caso omiso de acusaciones de fraude sin pruebas ni fundamentos e incluso manifestándose cuando las funciones del Estado se exceden de sus competencias.
También les enseñamos a ser democráticos cuando exigimos que se pronuncien sobre una dictadura ideológica impuesta por entidades como la Corte Constitutional a través de la sentencia del Caso Salinas o cuando exigimos que se respete la voluntad del pueblo por medio de la Asamblea Nacional respecto al tema del aborto.
Este gobierno reelegido tiene la oportunidad de dejar atrás atropellos criminales contra estos valores democráticos que han ocurrido a lo largo de toda nuestra historia reciente. Y tiene que hacer un mea culpa, extirpando de su seno a los funcionarios y autoridades que son cómplices o perpetradores de estos atropellos. Porque tenemos que ser claros, la verdad es que el autoritarismo no tiene bandera ni ideología.
De nosotros depende exigir más democracia a las autoridades electas. Pongamos la vara alta. Porque, si no lo hacemos ahora, en 4 años o menos, la balanza se volverá a inclinar y tendremos en riesgo nuevamente la libertad por la que tanto hemos peleado o el bien común que tanto nos ha costado construir.