Respuesta artículo de Andrés Romero C.

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Dr. Pier Pigozzi

Director de Dignidad y derecho
Profesor en la Universidad Finis Terrae

Respuesta al artículo “Por qué la vida humana no empieza en la fertilización y otras explicaciones innecesarias al hablar del aborto”[1] de Andrés Romero Carvajal


Dignidad y Derecho

 

          No puedo hablar respecto de la evidencia presentada por otras personas que comparecieron ante la Asamblea; pero por mi parte, asumo el deber de comprender lo que otras ciencias tienen que aportar respecto de la protección jurídica de los derechos humanos, y en esa línea puedo contribuir con cinco reflexiones y un par de aclaraciones:

Rigor científico: ambivalencia en el método

Por claridad del debate (académico y legislativo), para obtener respuestas rigurosas debemos ser fieles a los términos y a la metodología que proponemos. Es importante no caer en el error de presentar información incompleta, lo que tú acertadamente criticas, y señalas que podría ser una forma de manipulación. En temas esencialmente interdisciplinarios, como el del aborto, esto es incluso más crítico.

Tu artículo se presenta al lector como una aclaración a propósito de tu calidad de “científico, como biólogo” sobre “la definición del inicio de la vida humana”. Pero esa pregunta no se responde exclusivamente desde la biología, es también una cuestión filosófica y ontológica, cuya respuesta nutre al derecho internacional de los derechos humanos para determinar a quién y desde cuándo proteger. Por ello, es importante ser riguroso tanto en los métodos de la filosófía, ontología y derecho, como en el método de la biología.

              Al respecto, tu artículo es ambivalente. Por una parte, ofrece las aclaraciones de un biólogo, pero entrega conclusiones filosóficas y recomendaciones jurídicas. Es por demás legítimo que cada investigador determine de qué manera abordará una problemática compleja, pero si el ofrecimiento es hacerlo únicamente desde la propia disciplina de especialización, la consecuencia a asumir es que la contribución ofrecerá solo respuestas parciales. El problema Andrés, es que a partir de datos biológicos saltas a conclusiones de tipo filosóficas y jurídicas si la fundamentación de rigor que pretenden dar una respuesta comprehensiva al aborto.

¡Existe consenso científico!

              En lo que corresponde a la biología y su método, una pregunta que en este debate es necesario responder es: ¿Cuándo inicia la existencia de un nuevo miembro de la especie humana? La respuesta categórica de la biología es: con la fecundación (https://www.princeton.edu/~prolife/articles/embryoquotes2.html). Ahora mi primera aclaración: esto es lo que yo he reportado como “consenso científico”, tanto en intervenciones ante la Asamblea, como en otros espacios de debate y opinión. En el enlace que refiero se encuentra una lista de dieciséis textos que suelen ser referidos como ejemplificativos (no una lista exhaustiva) sobre el acuerdo en torno a que la existencia de cada miembro de la especie humana empieza con la concepción o fertilización.

              Se entiende de tu artículo que tú también suscribes ese acuerdo unánime cuando al inicio del séptimo párrafo señalas: “…el proceso de fertilización marca el inicio del desarrollo embrionario en todos los seres vivos multicelulares…”, y lo confirmas posteriormente diciendo “no hay una discusión sobre si esta célula está viva o no. El cigoto está vivo”.

              Al llegar al último pasaje citado, se transparenta la dimensión completa de la pregunta que te ocupa cuando dices: “[l]a pregunta es si a este cigoto podemos reconocer como un ser humano”. Y, también, nos dejas ver la confusión metodológica en la que incurres cuando aseguras que para responder a tal pregunta se requeriría de: “un artículo científico que experimentalmente pueda demostrar cuándo un embrión adquiere humanidad”.

              En efecto, no existe ningún artículo científico al respecto, y me temo que tampoco existirá. Esta ya no es una pregunta que pueda resolver la biología, ni el método experimental, sino la filosofía.  

              Hay que notar que, además de la discordancia entre el objeto de la pregunta y el método científico que propones para responder a este asunto interdisciplinar, la validez de tus conclusiones es contingente a la solución de otro intenso debate contemporáneo, que no nombras, pero que es imposible pasar por alto: esta vez se trata de la disputa sobre el quehacer académico-investigativo-universitario: ¿solamente es posible conocer aquello que es susceptible del método experimental? O, ¿son posibles otras formas de demostración del conocimiento, como en la matemática pura, filosofía, economía, etc.?

              Se asume que para ti solamente lo que pasa por el método experimental es conocimiento, lo que deja a psicólogos, filósofos, economistas, arquitectos, abogados y tantos otros en la posición de estudiar y enseñar todo, menos algo razonable (cercano a lo que, según tu artículo, harían “las religiones y sociedades”, al tomar decisiones político-jurídicas de manera “dogmática”, inflexible, incluso si lo hacen en contra de lo razonable –un prejuicio pueril y sin fundamento en lo que respecta a la Iglesia católica que te ofrece la libertad académica a través de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador).

Más rigor científico: las fuentes referidas

          Cuando haces referencia a la noción de inicio de la «vida humana», el hipervínculo que refieres nos lleva a una transcripción de audio del biólogo Scott Gilbert que data de 2009, y que recoge la conferencia que presentó en el evento de premiación del Burnhill Award organizado por Planned Parenthood y por la Asociación Estadounidense de Salud Reproductiva. Se trata de un escrito celebratorio, intencionalmente sesgado al público de la ceremonia y, entre ellos, a quienes le otorgan el reconocimiento.

          Nada que objetar que Gilbert dedique su discurso de premiación a explorar el tópico que tenga a bien (Nobeles en economía reciben homenajes con discursos sobre la capa de ozono). Sin embargo, de ninguna manera se trata de un artículo científico que haya sido revisado en método y sustancia por pares, y por ese lado no se podría sostener que sus afirmaciones son científicas (no sé si tengas otra fuente que reúna los requisitos de rigurosidad académica que tú mismo demandas para el debate y que corrobore las afirmaciones interdisciplinares de Gilbert).

          El propio título revela que no se trata de hallazgos científicos en materia de biología, sino de sus digresiones sobre la pregunta filosófica «When Does Personhood Begin?” (‘Cuándo empieza la personalidad’). ¿No podría ser una forma de manipulación de la información referirse a un discurso de esta naturaleza fuera de su contexto y presentarlo como si gozara de la misma rigurosidad académica que los artículos científicos de Gilbert? Además, amerita una explicación por qué sugieres que la traducción de “when does personhood begin” equivale a “cuándo empieza la vida humana”. El primero es transparente sobre los términos filosóficos (o interdisciplinares) en los que se debe conducir la discusión, el segundo es ambiguo: “vida humana” como inicio de funciones vitales (es decir, biológicas), o como inicio de la personalidad humana (es decir, un debate filosófico antes que de biología).

          La investigación relativa al aborto recibe la presión de un sinnúmero de intereses (incluso económicos, y no precisamente del lado de la clandestinidad) que son ajenos a la búsqueda de conocimiento y a la resolución de dudas legítimas. Por ello es preciso, como tú demandas, ser extraordinariamente cuidadoso y transparente con las fuentes de información y los términos que se utilizan.

Volviendo a la interrogante

          Recapitulando, el artículo incurre en un doble error respecto del tipo de pregunta que aborda, y del método idóneo para resolverla. La pregunta “¿cuándo inicia la vida humana?” está formulada con términos ambiguos, y creas la expectativa en el lector de que la abordarás “como biólogo”. Entonces parecería que la ambigüedad de los términos de la pregunta debería leerse como si fueras a aportar aclaraciones, o nueva evidencia de la biología acerca de que “la existencia los individuos de las especies multicelulares (incluido el ser humano) no inicia con la fecundación o concepción.”

          Pero de la lectura de tu artículo, tus argumentos y algunas de tus fuentes, resulta que abordas la pregunta interdisciplinar (y esencialmente filosófica) de “cuándo inicia la personalidad humana” a la que no respondes de la manera ofrecida (i.e. “como científico, como biólogo”), sino desde la filosofía (ontología y ética) con el error añadido de aplicar el método experimental de la biología. El artículo defrauda al lector que confía en que se trata de un argumento exclusivamente biológico absuelto por un biólogo a partir de la metodología propia de la biología.

Es de esperar que los académicos podamos participar en discusiones que involucran a otras ciencias que se intersecan con la de nuestra especialidad para abordar problemas complejos sobre los que investigamos (en este caso el aborto). Es de esperar, entonces, que los biólogos sepan de filosofía y derecho, y que los abogados sepamos de biología y filosofía. Sin embargo, cuando tomamos parte en un debate interdisciplinar, es indispensable la transparencia y la fidelidad al método de cada disciplina involucrada. 

¿Llenamos los vacíos de la biología? ¿Resolvemos la disputa ontológica?

          Ojalá que sí, y que encontremos canales para exponer nuestras premisas a análisis y debate, y ojalá que sea más pronto que tarde. El intercambio entre expertos ante la Comisión de Justicia dejó mucho que desear, en ello coincidimos, Andrés. Dignidad y derecho, con el despacho de la Asambleísta Nathalie Arias, propuso exposiciones complementarias entre sí y con un orden secuencial a efectos de presentar reflexiones interdisciplinarias a la altura de la complejidad del debate. Al final, fue la Comisión la que determinó el orden de las intervenciones bajo criterios diferentes a los propuestos. Esto, sumado a que la convocatoria a comparecer se abre con poca antelación, con fechas y horas variables, para exposiciones limitadas a 10 minutos resulta en exposiciones drásticamente constreñidas.

          Incluso si el debate hubiera sido mejor llevado, será inevitable enfrentar que los datos científicos de la biología y los datos estadísticos están incompletos y no siempre son concluyentes. Aquí mi segunda aclaración: por eso ante la Comisión de Justicia hice notar un ejemplo de contradicción entre algunos ponentes, más que nada como una razón para abrirse al escenario de cómo legislar en caso de vacíos, contradicciones o dudas persistentes.

Me parece oportuno y justo retomar las objeciones que planteas en tu artículo. Por una parte, está claro que admites que “el proceso de fertilización marca el inicio del desarrollo embrionario en todos los seres vivos multicelulares…”, y eso es lo que se recibe como “acuerdo científico sobre el momento en el que inicia la vida o existencia del individuo de la especie humana” y de otros seres vivos multicelulares.

Sin embargo, por otra parte, y en justicia a tu exposición, una vez despojada de las ambigüedades explicadas, persisten al menos dos objeciones importantes a la afirmación del inicio del individuo de la especie humana con la fecundación. La primera, respecto de la unicidad del cigoto ejemplificada con la gemelación o gastrulación, que puede suceder entre doce días después de la fecundación. Esto pondría en tela de duda la existencia de UN individuo, pues podrían ser dos o más, y eso no se sabrá hasta después la implantación (no en la fecundación). La segunda objeción se refiere a la importancia del intercambio de información y proteínas durante el proceso preimplantatorio, es decir, a riesgo de simplificación, el cigoto no es todavía un individuo de la especie, y solamente adquirirá tal calidad cuando cumpla el trayecto entre cigoto y embrión con la implantación en el endometrio (o en un futuro estadio de desarrollo, por ejemplo, neuronal).

          Ambas discusiones sobre la unicidad del cigoto y el proceso preimplantatorio datan de varias décadas (tan atrás como los 1970s respecto de la unicidad del cigoto, e incluso de los 1920s en materia de gemelación) y las respuestas de la biología aún están pendientes. Respecto de la segunda objeción, los hallazgos sobre el intercambio de señales (y proteínas) en el período preimplantorio (es decir, mientras el cigoto se desplaza como mórula y blastocito hasta implantarse como embrión), no cuestionan la existencia de un individuo de la especie humana desde la fecundación, solo amplían nuestro entendimiento sobre qué genes, cuándo y cómo se activan en ese trayecto preimplantorio.

          Mientras el método experimental llegue a contribuir con nuevos resultados, los hallazgos actuales de la biología son suficientes para formular la disyuntiva en términos de una distinción entre “sustancia” y “accidente”. Ahora, la pregunta ontológica sería ¿Cuál es el momento de cambio sustancial?, es decir, el momento en el que se genera un nuevo sujeto, de manera que se lo pueda diferenciar de los momentos en los que se producen cambios accidentales que (por importantes que sean) se producen “en” el sujeto ya existente y no crean uno nuevo. Sabemos que solamente al momento de la unión del esperma con el óvulo se produce un cambio sustancial de tal magnitud que implica que dos células que pertenecían a dos individuos diferentes se unen y forman un tercer individuo que es diferenciable de los otros dos.

          Volviendo a la biología, esa célula (el cigoto), es la única célula (¡la única!) capaz de generar un nuevo ser humano, al punto que cuando el cigoto pasa por la primera división celular, las dos nuevas células pierden esa capacidad generativa: una de ellas desarrollará el cuerpo humano, mientras que de la otra vendrán la placenta y otros anexos. De ahí en adelante devendrán una serie de cambios accidentales que no restan importancia al diálogo preimplantatorio entre la madre y el embrión, pues nada menos que modula el crecimiento del ser humano y prepara el endometrio para que lo reciba. Con todo lo importante que sucede en ese trayecto, no se genera un nuevo individuo de la especie.

          En lo que se refiere a la gemelación monocigótica (de un cigoto resultan dos o más gemelos), parecería que son más los enigmas en la biología, que los hallazgos, muchos refieren que no ha habido mayor avance desde 1920. ¿Será preciso (o no) relacionar hallazgos sobre cambios citoplasmáticos en el cigoto que podrían provocar una reprogramación y redirección al punto que el análisis del citoplasma pueda arrojar información sobre la individualización de la existencia de gemelos? En todo caso, podemos trasladar esta disyuntiva a un ámbito interdisciplinar, y en ausencia de certezas del método experimental, el principio de no crear normas generales a partir de excepciones ya contribuye en el camino a una respuesta. La gemelación a partir de un solo cigoto es tan excepcional, que se presenta a razón de 3 en cada 1000 embarazos. 

          Retomo aquí la idea de que tarde o temprano nuestros asambleístas, al debatir el tema del aborto, deberá darle cara a la ausencia de consensos científicos, e incluso filosóficos, ontológicos, sociales y culturales. Sin embargo, tener catálogos de derechos constitucionales, o derechos humanos internacionales requiere que zanjemos de alguna manera la (mayor o menor) incertidumbre sobre asuntos de importancia mayúscula. En efecto, en el derecho internacional de los derechos humanos, se estiman dignas de protección varias cualidades de la persona humana que no admiten, o no han alcanzado, demostración mediante el método experimental. Protegemos, por ejemplo, la creencia religiosa y la opinión política, también protegemos el debido proceso, e incluso protegemos contra la tortura sin que la medicina haya logrado responder cuál es el umbral de sufrimiento (no exclusivamente de dolor) que reviste tal gravedad como para constituir tortura. No se diga que también se protege contra tratos crueles, degradantes e inhumanos, sin que se haya determinado bajo el método experimental qué formas de denigración llegan a ser inhumanas. Ciertamente los debates de estos derechos ante cortes internacionales van acompañados de la mejor evidencia “científica” disponible, pero hay otros factores (igual o más relevantes) que son considerados en el razonamiento de las sentencias, y que podemos evaluar desde otras ciencias como correctos, o incorrectos; verdaderos o falsos.

Derecho Internacional de los DD.HH.

          La lógica del derecho internacional de los derechos humanos también sigue principios como otorgar protección en caso de duda, inclinar la carga probatoria a favor de la parte en desventaja procesal y proteger más a quien es más frágil.

          Por lo demás, la historia nos enseña que toda separación de la categoría “individuo de nuestra especie” de la calidad de “persona humana” debe levantar serias sospechas y debe ser precisamente uno de esos casos de “duda” en que el derecho debe estar listo a elevar sus protecciones.  Ese tipo de separación ha sido la justificación para el genocidio y las peores formas de opresión de las que nuestra especie ha sido capaz: los esclavos no eran personas; los negros en EE.UU y en Sudáfrica no eran personas; los individuos de otra etnia, nacionalidad o religión, no fueron personas en muchos lugares y tiempos. El hecho mismo de que se alegue que los embriones y fetos “no son personas» ya debería hacernos examinar esa aseveración con mucha cautela.

          La sentencia de la Corte Constitucional despenalizó el crimen de aborto para las sobrevivientes de violación, pero también mandó que la ley encuentre el debido balance entre esa despenalización y los derechos del que está por nacer (nasciturus). En cualquier dirección que camine el debate legislativo, no se puede perder de vista que el nasciturus es un miembro de la especie humana y, como tal, titular del derecho a la vida.

[1] https://www.planv.com.ec/historias/analisis/que-la-vida-humana-no-empieza-la-fertilizacion-y-otras-explicaciones-innecesarias

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Pier Pigozzi

Director de Dignidad&Derecho