
Victor Manuel Valle

La pornografía infantil constituye uno de los síntomas de una sociedad rota y la indiferencia que genera es alarmante. Este material, de por sí, constituye una auténtica muestra de abusos sexuales a menores. Por ello, un Estudio del Ministerio del Interior de España, prefiere utilizar el término de “material de abuso sexual infantil” al de mera “pornografía infantil”. Este mal ha encontrado, sus aliados perfectos, en el internet, la maldad humana y en una educación descompuesta. Por esto, merece una atención más urgente y enérgica.
Los análisis establecen que la población promedio de niños abusados y utilizados para estos nefandos crímenes, está en menores de 13 años. Las investigaciones clasifican a este material desde imágenes nudistas hasta videos de abusos explícitos y graves. Ello demuestra una perversión que ha incrementado la distribución del contenido desde meras imágenes o revistas, a videos que reproducen auténticas violaciones.
Factores que facilitan el cometimiento de este delito
El internet dificulta la persecución de quienes producen este contenido. El anonimato en línea brinda una capa de protección que dificulta la detección y castigo de los delincuentes. Además, la falta de recursos y especialización por parte de las fuerzas policiales y de investigación complica aún más su combate. Por último, la pobreza extrema es un caldo de cultivo para las redes de abuso en la recolección de víctimas (muchas veces, lamentablemente, con el propio consentimiento de los padres).
¿Y los consumidores?
Otros factores de igual importancia evidenciados por estudios de la materia determinan una relación directa entre el inicio de la actividad sexual temprana y los consumidores de pornografía infantil. Esta aseveración, por lo mínimo, debería plantearnos preguntas importantes: ¿Es adecuado incentivar en la educación temprana favoreciendo un comportamiento sexual prematuro? ¿Qué implica realmente la educación sexual? ¿Qué orientación está tomando la educación en este ámbito?
Aproximaciones a la resolución del problema
Para abordar esta crisis, es crucial que las autoridades implementen políticas públicas sólidas que refuercen la persecución de los delitos relacionados con la pornografía infantil, en todas las fases que involucran la producción de este contenido. La legislación actual -en todas sus materias- es laxa en cuanto al tratamiento de este delito, quedando limitado a su tipificación penal, sin haber, por ejemplo, reglamentación clara respecto a su prevención en la educación y en la esfera pública.
Además, no subestimemos el poder de la prevención y la formación en valores. La moral y la ética deben ser la base de nuestra sociedad, y debemos inculcar los principios del respeto a la dignidad humana desde temprana edad. La educación en valores no debe ser relegada; al contrario, debe ser prioritaria en la formación de los niños y adolescentes.
Debemos trabajar juntos, como sociedad, para combatir esta aberración en todas sus formas. Las políticas públicas, la educación en valores y la conciencia pública son nuestras herramientas para proteger a nuestros niños de esta pesadilla que amenaza su inocencia y su futuro. No podemos darnos el lujo de permanecer indiferentes ante esta atrocidad; es hora de actuar, y es hora de hacerlo unidos.