José Gabriel Cornejo
Es propio de los grandes escritores ese talento para poner al lector ante la realidad, no como quien mira sino como quien ve. Y en esta ocasión el mérito lo tiene Jeanette Winterson, con esta frase: “era el lugar donde estaba, no donde querría estar”.
Qué gran poder explicativo se contiene en esa pequeña afirmación. Vamos a ver qué nos dice de nuestra vida política, no de los políticos -lo cual agota. En primer lugar, qué nos dice sobre las expectativas que nos hacemos sobre el porvenir. En segundo lugar, sobre nuestro rol como miembros de la comunidad política llamada Ecuador.
Sobre el primer punto, la frase de Witterson no puede ser más elocuente. ¿Leíste los periódicos esta semana? No te preocupes, aquí el resumen: narcotráfico, inseguridad, “la culpa es del gobierno”; desabastecimiento de medicinas, fracasos de la seguridad social, “la culpa es del gobierno”; consulta popular, propuestas de reforma institucional, “y, ¿cómo espera solucionar así las cosas el gobierno”? Los problemas se mantienen, la narrativa no cambia. El tiempo dirá cuánto más hemos de andar en el túnel para empezar a ver la luz.
Lo cierto es que permanecemos en ese punto en donde adivinar cuánto falta para la salida sería temerario. Pero es este el momentum en donde estamos y no otro. Por eso viene bien el realismo de Witterson, es una invitación a aceptar el ahora que nos incomoda y empezar por replantear las expectativas sobre el manejo de la crisis. Y es que cuando se aspira a soluciones perfectas y totales, condenadas a fallar, la inevitable frustración busca un blanco en el que poner la mira. Ese blanco es la incompetencia de un otro, llámese gobierno, asamblea, judicatura, etc.
Sin que esto sea una defensa de su gestión, no debemos olvidar que la frustración causada por idealismos estériles sólo ayuda a erosionar todavía más los tímidos éxitos que sí se cosechan con arduo trabajo. De este modo, el descontento puede tornar en irrelevantes los triunfos conseguidos y como masa enfurecida podemos terminar de sepultar a la frágil institucionalidad que nos queda. Mejor nos vendría asimilar que la política es el arte de lo posible y valorar los resultados a la luz de lo que es efectivamente alcanzable.
Esto nos lleva al segundo punto: nuestro papel en la crisis comunitaria. Tan peligroso como no aceptar que donde estamos no coincide con donde queremos estar, es el hecho de atribuirse un lugar en donde no estamos o no nos corresponde estar. Maravilloso ejemplo es el que nos proporcionó Leonidas Iza, quien al ser preguntado sobre la consulta popular anunciada por el primer mandatario, respondió que el gobierno “no tiene legitimidad para preguntar nada”. Invalidar de un plumazo lo que el ejecutivo propone apelando a una idea de ilegitimidad que no puede ser demostrada ni negada por nadie es, sin duda, atribuirse un rol que no se tiene.
Así, cada uno corre el riesgo de atribuirse de forma acrítica un rol o una posición frente a lo que acontece. No hace falta ser un personaje público, desde que somos miembros de la comunidad lo que hacemos tiene repercusión política. Por eso es clave aclarar nuestro sitio, para contribuir con lo que solo nosotros podemos y debemos aportar, en lugar de fomentar un quietismo que nos vuelva poco relevantes o bien la repetición irreflexiva del discurso y plan de acción de quienes están precisamente para desestabilizar.
Publicado originalmente en Diario la República:
https://www.larepublica.ec/blog/2022/09/16/donde-estamos-y-no-donde-quisieramos/