José Gabriel Cornejo
La injusticia en el mundo del derecho, ya sea de un juez, un abogado o un ciudadano común, tiene repercusiones que a menudo rebasan el caso concreto e impactan en la esfera social. Es decir, las acciones que se realizan en la esfera jurídica generan efectos directos, pero también indirectos. Además, cuando son viciosas, producen situaciones de injusticia.
La mayor parte de las actuaciones o decisiones en un juzgado no son solo actos jurídicos, sino que se convierten en mensajes que se lanzan al mundo. ¿A qué me refiero? lo que pasa en una fiscalía, lo que ingresa o sale de una unidad judicial, lo que se dice en una sala de audiencias, no se queda ahí. Veamos dos ejemplos.
Primer caso: el de la psicóloga Betty Soria. En un día, como cualquier otro, atendió en su consulta a una menor de edad, con claros indicios de haber sido víctima de abuso sexual. Como no podía ser de otro modo, tomó nota del hecho y lo incorporó en la historia clínica. Consecuencia: está siendo perseguida penalmente por el presunto abusador, por el mero hecho de realizar su trabajo. Ahora, sus colegas tienen temor a denunciar estos hechos y, naturalmente, han dejado de hacerlo.
Segundo caso: el del abogado Eduardo Carmigniani. Prestó sus servicios profesionales y recibió el pago de los honorarios correspondientes de parte de una empresa que posteriormente fue implicada en una trama de corrupción. Sin que se justifique la causa de su vinculación en un ilícito ni tan siquiera se le permita conocer la razón de su involucramiento en el caso, fue acusado por la fiscalía de un delito. Más grave aún, de un delito susceptible de ser cometido solamente por funcionarios públicos, sin ser él uno. Se le vincula a los presuntos pecados de su cliente. Un absurdo que aterra a otros destacados profesionales que temen ser procesados por el mero hecho de ser abogados y prestar sus servicios profesionales.
Lo que ambos casos tienen en común es que, como consecuencia de la impericia de fiscalía y de los jueces de garantías penales (que aceptan inverosímiles formulaciones de cargos en contra de los acusados), generan impacto pluriofensivo que lesiona no solo a los involucrados, sino a sus colegas -por la repercusión que estos precedentes generan- y a la sociedad en general.
El mensaje implícito que se emite a través de estos casos es que realizar un trabajo profesional se ha convertido en una actividad de riesgo, para psicólogos y abogados. Mientras tanto, los usuarios de sus servicios quedan relegados por el efecto intimidatorio que estos hechos tienen en los profesionales que podrían ayudarles.
A este tipo de círculos viciosos se les da el nombre de chilling effect. Los profesionales que sí cumplen con su deber quedan paralizados porque otros, que no lo cumplen a cabalidad, podrían terminar poniendo en juego su libertad.
Publicado originalmente en Diario La República:
El efecto disuasivo de las injusticias